lunes, 2 de mayo de 2011

La teoría de las Ventanas Rotas

¿Han oído hablar alguna vez de la teoría de las ventanas rotas? Es una teoría sobre el contagio de las conductas inmorales o incívicas. Tiene su origen en un experimento que llevó a cabo un psicólogo de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo, en 1969. Abandonó un coche en las descuidadas calles del Bronx de Nueva York, con las placas de matrícula arrancadas y las puertas abiertas. Su objetivo era ver qué ocurría.

Y ocurrió algo. A los 10 minutos, empezaron a robar sus componentes. A los tres días no quedaba nada de valor. Luego empezaron a destrozarlo.

El experimento tenía una segunda parte: abandonó otro coche, en parecidas condiciones, en un barrio rico de Palo Alto, California. No pasó nada. Durante una semana, el coche siguió intacto. Entonces, Zimbardo dio un paso más, y machacó algunas partes de la carrocería con un martillo. Debió de ser la señal que los honrados ciudadanos de Palo Alto esperaban, porque al cabo de pocas horas el coche estaba tan destrozado como el del Bronx.

Este experimento es el que dio lugar a la teoría de las ventanas rotas, elaborada por James Wilson y George Kelling: si en un edificio aparece una ventana rota, y no se arregla pronto, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas por los vándalos. ¿Por qué? Porque es divertido romper cristales, desde luego. Pero, sobre todo, porque la ventana rota envía un mensaje: aquí no hay nadie que cuide de esto.

Nuestros ayuntamientos conocen bien esta teoría. Cuando aparece un grafito en una pared, si no se borra pronto, toda la pared -y las de las casas próximas- aparece llena de pintadas. De ahí la importancia de mantener siempre la ciudad limpia, las calles en orden, los jardines en buen estado... También la policía lo sabe, y por eso considera importante atajar no sólo los grandes crímenes, sino también las pequeñas transgresiones.

El mensaje es claro: una vez que se empiezan a desobedecer las normas que mantienen el orden en una comunidad, tanto el orden como la comunidad empiezan a deteriorarse, a menudo a una velocidad sorprendente. Las conductas incivilizadas se contagian.

Y las personas civilizadas se retraen. Wilson y Kelling lo explicaban así: "Muchos ciudadanos pensarán que el crimen, sobre todo el crimen violento, se multiplica, y consiguientemente modificarán su conducta. Usarán las calles con menos frecuencia y, cuando lo hagan, se mantendrán alejados de los otros, moviéndose rápidamente, sin mirarles ni hablarles. No querrán implicarse con ellos. Para algunos, esa atomización creciente no será relevante, pero lo será para otros, que obtienen satisfacciones de esa relación con los demás. Para ellos, el barrio dejará de existir, excepto en lo que se refiere a algunos amigos fiables con los que estarán dispuestos a reunirse".

Y esto vale no sólo para el orden público, sino para otras muchas facetas de la vida social. Si en una empresa se descuidan algunas normas éticas, el ambiente se deteriora. Si se falsea la contabilidad para pagar menos impuestos, mentir a los empleados es más fácil -y también a los directivos, y a los propietarios-. Si lo que cuenta es la rentabilidad a corto plazo, se descuidan las normas de seguridad e higiene en el trabajo y las de seguridad del producto o del servicio, se trata a las personas con menos respeto, el cliente es cada vez más un objeto y no una persona cuyas necesidades hay que satisfacer...

En estos casos, ni la policía ni los servicios de limpieza del Ayuntamiento pueden hacer nada, como ocurría en el caso del coche abandonado, de los grafitos o de la suciedad en las calles. La solución corresponde a los ciudadanos mismos, sin machacar el coche abandonado y contribuyendo a mantener la ciudad limpia. Y recuperando las conductas cívicas y morales en la familia, en la empresa, en el club deportivo, en la ciudad, en los medios de comunicación, etcétera.

El filósofo Kant dio hace muchos años una regla muy útil: actúa siempre de modo que tu conducta pueda ser considerada una regla universal. ¿Te gustaría que todos rompiesen los coches, pintasen las paredes, mintiesen, robasen o defraudasen? ¿No? Entonces esas conductas no deben ser llevadas a cabo, aunque sean muy agradables -ya hemos dicho que romper cristales es un placer, aunque algo salvaje- y muy beneficiosas para uno mismo.

Entre otras razones porque adoptar esas conductas nos empeora a nosotros mismos como personas, como ya dijo otro filósofo, Aristóteles, hace aún más años. Si no quieres ser mentiroso, no digas la primera mentira, porque... la próxima vez será más fácil.

Antonio Argandoña es profesor de Economía del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE).

Tomado de http://www.elpais.com/articulo/cataluna/teoria/ventanas/rotas/elpepiautcat/20041018elpcat_7/Tes

miércoles, 4 de marzo de 2009

Mujeres encierran su rencor

¿Puede enojarse una mujer? Claro que sí. Pero para muchas mujeres el cómo expresar esa furia no es algo muy sencillo. Nuevos datos de investigación revelan que las mujeres creen que no pueden mostrar sus sentimientos de enojo debido a presiones sociales y estereotipos sexuales, y según los expertos, el suprimir fuertes emociones podría resultar peligroso para su salud mental. "Las mujeres podrían sentirse cómodas diciendo ´yo estaba frustrada o asustada´ pero decir ´estaba enojada´ resultar ser más difícil", dijo la Dra. Deborah Cox de Southwest Missouri State University, quien entrevistó a más de 200 hombres y mujeres en una encuesta para estudiar cómo expresan y suprimen ciertas emociones. Las mujeres entrevistadas dijeron que sentían "que debían esconder [su] furia, y que la gente tenía una percepción negativa de ellas cuando estaban enojadas". Algunos expertos argumentan que la clasificación de descontrolada que tiene la furia para las mujeres es causada por la inigualdad social y los dobles estandares, y que tratan a los hombres de manera distinta en comparación con las mujeres cuando pierden el control. "Los hombres pueden enojarse, ser críticos o exigentes, pero cuando una mujer hace lo mismo, muchas veces es catalogada como quejona", dijo Dudley Benoit, una neoyorquina de 29 años que trabaja para un grupo sin fines de lucro. "Sigue siendo un gran tabú", dijo la doctora Harriet Lerner, autora del "bestseller" The Dance of Anger y psicóloga en la Clínica Menninger en Topeka, Kansas. "Si piensas en las palabras utilizadas para describir a las mujeres enojadas, son estridente, agresora masculina, capadoras". Esos términos peyorativos implican que la furia de una mujer es todo poderosa y que los hombres son finalmente vulnerables, planteó Lerner. Pero, ¿aplican siempre las reglas de la furia? Todo depende del ambiente, según los expertos, con las mujeres sintiendo menos restricciones en cuanto a sus emociones si trabajan en una oficina con muchas mujeres, por ejemplo. "Verás la supresión de furia con cualquier grupo", dijo Lerner. "Se trata más de ser la minoría, no estar en poder. Cuando tú existes en pequeños números -eres una de las pocas mujeres o negros o lo que sea-te enfocas demasiado y es más difícil ser percibida de manera objetiva". La Furia Guardada Cuando la furia es suprimida una y otra vez, se puede convertir en otra emoción menos saludable. A veces, según los expertos, puede llevar a la depresión o trastorno nutricional. "En vez de estar enojada, estás ´triste´ o ´herida´, y eso es más pasivo que la furia", dijo Lisa Keys, editora y reportera de una revista para estudiantes univesitarios. "Para los hombres estar enojado siempre se trata de ser violento o físico; para las mujeres se trata de llorar o dejar de comer". "Si puedes identificar los verdaderos temas que te causan enojo, o tomas una posición propia, eres vulnerable ante el desarrollo de cualquier síntoma en el libro", dijo Lerner. "Podría ser la depresión o fatiga o falta de energía sexual o creativa". ¿Y los Hombres? Cuando escrudriñas la furia femenina y sus consecuencias y percepción, es importante examinar el otro lado de la balanza: ¿Cómo se comportan los hombres? El 49 por ciento de la población que porta el cromosoma Y tiene sus propios métodos para lidiar con la furia. "La reacción de pelea o huye es automática para todos los mamíferos, incluso los mamíferos grandes como nosotros", dijo Lerner. "Sólo requiere un poquito de estrés, y la gente se distancia (huida) o entran en dos campos de furia (pelea). Los hombres llegan a los extremos de esas dos reacciones controlando su furia empleando una táctica de evasión y silencio, o explotando con agresión y enfrentamiento". "La ironía es que todos estos tabúes sobre la furia femenina, los hombres tienen más dificultades porque es más probable que lleguen a los extremos", agregó. Lidiando con Ello Cox dijo que su estudio sugiere que para ambos sexos, la furia podría estar sufriendo de las malas lenguas. "Ha habido gran presión para el control de la furia", dijo. "Pero la gente puede ser muy emocional y cumplir con sus cosas de todas maneras". Ella recomienda que las personas reevalúen sus formas de lidiar con la furia. "¿Se sienten más claros y lúcidos cuando están enojados? Muchos de nosotros, especialmente las mujeres, creemos que no estamos pensando claramente cuando estamos enojados … pero quizá estamos en la mejor posición". Pero Lerner no está de acuerdo, y argumenta que el secreto de controlar la furia es simplemente dejar todo al descubierto -es dejar que se "haga lo que resuelve los problemas de forma creativa". Según ella, el reto es "calmarse y pensar. Si estoy tratando con un tema emocional, voy a proceder muy calmadamente y pensándolo bien para aumentar la posibilidad de que seré escuchado y que no empeoraré las cosas".
Fuente: Fuente: Fox News